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lunes, 28 de enero de 2013

Los padres están hartos: se querellarán contra los jueces


QUIEREN VER A SUS HIJOS

Lunes, 28 de Enero, 2013
El juez Francisco Serrano, inhabilitado por cambiar el régimen de visitas de un niño
El niño espía, el niño colchón, el niño confidente, el niño mensajero, el niño hipermaduro… Los niños son y deberían ser solo niños, pero la preocupante realidad es que aumentan de día en día los menores que están perdiendo su infancia y su felicidad en manos de sus propios padres, que les obligan a desempeñar un papel impropio de su edad. Son los hijos de parejas adultas que se separan o se divorcian y que los utilizan como arma arrojadiza contra el ‘ex’.
Son menores y adolescentes de los que hemos oído hablar pero a los que no se les brindamos su justa protección. Las consecuencias de ello son la pérdida total de la relación con uno de sus progenitores y su familia extensa y el impacto negativo en su desarrollo psico-evolutivo. Muchos fracasan en el colegio, tienen una mala percepción de sí mismos, se autolesionan o padecen sentimientos de abandono, rechazo, frustración y rencor. Y cuando se convierten en adultos pueden sufrir graves secuelas como depresión, trastornos de personalidad, además de tener más posibilidades de convertirse ellos también en mayores maltratadores.

Cuando un afectado recurre a la justicia en busca de ayuda se encuentra con que pueden pasar años hasta que se ejecute una sentencia

Como recuerda Lucía del Prado, presidenta de la Fundación Filia, creada hace año y medio con el fin de desarrollar iniciativas de apoyo y amparo al menor, “no estamos hablando de simple imprudencia, sino de verdadero maltrato psicológico, intencionado y dirigido hacia el otro miembro de la pareja mediante (como medio, arma o herramienta) el menor. Este abuso puede surgir por ignorancia, inconsciencia, error o desinformación de lo que se está haciendo. Por eso muchas veces se escucha la frase ‘es que todo el mundo habla en algún momento mal del padre o de la madre’. O lo hacen con plena consciencia, usando a los hijos por rencor o venganza hacia el otro. No es lo mismo”.
El fin último de este golpeo diario “es separar a los descendiente de uno de sus progenitores y esto se está consiguiendo bajo el amparo de la administración judicial, porque cuando un afectado recurre a la justicia en busca de ayuda se encuentra con que pueden pasar años hasta que se ejecute una sentencia. Y aún sienten mayor impotencia cuando, ya dictada, ésta no se cumple, no se ejecuta y no se padece consecuencia alguna por ello”, agrega.
Y suele pasar tanto tiempo que algunos de estos largos procesos “enlazan finalmente con la mayoría de edad de los menores afectados, cuya consecuencia final es dar por concluida la intervención y la protección legal que necesita el menor”, apostilla.
Por esa causa, un grupo de padres y madres de toda España, que han sido rechazados por sus propios hijos, alentados y manipulados por sus ex parejas y que se han cansado de que este maltrato se ejerza con total impunidad, han decidido unirse y presentar una querella. Proceder contra titulares y auxiliares de la  Administración judicial.
“Ese es el sentido en el que se pronuncia la Fundación FILIA y así asesora a sus beneficiarios cuando se dan motivos claros y razonables para acudir a los tribunales”, insiste su presidenta.
Preservar la felicidad de los niños debe ser lo más importante
Francisco Serrano es ex juez de familia y colaborador del equipo jurídico de la Fundación; también es conocido por haber sido condenado a diez años de inhabilitación después de cambiar el régimen de visitas de un niño a favor de un padre para que fuera a una procesión. Serrano está contribuyendo ahora la tramitación de la querella por el caso dicho y defiende que “en materia de familia no se puede confiar en absoluto en la Justicia, porque parte de planteamientos ideológicos y políticos”. Cree, además, que “lo primero que hay que proteger es la felicidad de los niños, que tengan un padre, una madre y familias paterna y materna. Esa es la cuestión principal, sin perjuicio de que haya excepciones”.
Los datos que se barajan hablan de que en los 150 000 procesos de divorcio que se producen anualmente en España un 30% son de tipo contencioso y afectan a 30.000 menores. “El problema es que en estos procesos el verdadero desamparado es el niño y la realidad es que desconocemos cuántos de ellos están siendo víctimas del maltrato psicológico por parte de su madre o de su padre”, aclara la presidenta de la Fundación FILIA.
Y esta tendencia va a peor. “Los casos se han triplicado en los últimos cinco o seis años”, aclara Blanca Lázaro, psicóloga y coordinadora del equipo multidisciplinar que atiende a las familias afectadas. “Llevo 15 años en los equipos de familia de los servicios sociales y en las memorias de hace una década ni si quiera se hacía referencia al maltrato psicológico de los niños. Ahora, está entre los dos primeros puntos de atención urgente. La realidad es que nuestro teléfono de ayuda ha pasado de atender 2.000 casos en junio, a 5.000 en estas fechas”, agrega.

Hay madres o padres que, aunque cuenten con una sentencia que establece un régimen de visitas, no pueden ver a los niños

Asociación Nacional de Afectados por el Síndrome de Alineación Parental, que reconoce un repunte de los casos y critica: “En España se nos ha olvidado que pueden pasar años sin mantener contacto alguno con tu descendiente. Y lo peor, estamos aprendiendo que el primero de los dos cónyuges que ‘coma el coco’ al niño lo tiene todo ganado”.
La traducción de todo esto es clara: “Hay madres o padres, pero también abuelos o tíos que, aunque exista una sentencia que establece un régimen de visitas, no pueden ver a los niños. Y cuando lo denuncian, pasa el tiempo y no se hace nada. Algunos de ellos llevan luchando tanto que han perdido la esperanza y las fuerzas y deciden tirar la toalla, creen que algún día su hijo sabrá lo ocurrido. Desgraciadamente también tenemos padres que han pensado en suicidarse”, destaca Lucía del Prado.
Un drama que sitúa a los padres en situaciones límite
Como Elena, que reconoce haber deseado quitarse la vida en más de una ocasión. “Cuando me separé, mis dos hijos tenían siete y ocho años. Yo contaba con la custodia y mi ex marido con su régimen de visitas. El problema fue que, poco a poco, se comportaban peor cada vez que volvían después de estar con su padre. Con el tiempo, las faltas de respeto se agravaron. Acudí por ello a los servicios sociales en busca de ayuda, para solicitar una terapia. Tuvieron que pedir autorización al padre y éste se negó a que los niños recibieran apoyo psicológico. De hecho, dijo que si no querían a su madre, no era su problema, no tenían por qué acudir a terapia porque no estaban locos”, declara.
Años después, ya en la adolescencia, el hijo mayor Elena le confesaba a su madre llorando: “Yo no puedo ser dos, uno para complacer a mi padre y otro para mi madre; yo no quiero sentirme mal por querer a mi madre”
Una confesión, acompañada de vejaciones hacia la progenitora cada vez más frecuentes y graves. Hasta que un día, Elena no les encuentra en casa. “Se escaparon y su padre les estaba esperando cerca. A las pocas horas, la Policía me llamó para decirme que mis hijos me habían denunciado por malos tratos”, rememora.
Se desmayó y tuvo que ser atendida en casa por personal sanitario que certificó su estado de shock. Posteriormente, en el juzgado fue absuelta tras considerarse que la denuncia de sus hijos era falsa, pero ellos pidieron estar con el padre. Ella pensó que era mejor dejarles un tiempo y que las ‘aguas se calmaran’. Desde entonces no ha vuelto a ver a sus hijos, pese a sus reclamaciones ante el juez.
La justicia, en el punto de mira
Para la presidenta de la Fundación, el verdadero problema de esta situación es “el daño que se inflige a eso niños, que van a crecer huérfanos de madre o padre y desde luego cómo se están tramitando estos casos ante los tribunales. Inducir a un menor al abandono del domicilio familiar es un delito tipificado en el código penal, pero en el caso de Elena y de todos estos progenitores, se tramitó como falta y no como delito.  Dando como resultado, en el mejor de los casos, una simple multa, y nada más, con lo cual el problema nunca se puede resolver. La Justicia, y ahí entran jueces, fiscales y abogados, es responsable en gran medida de que todo esto esté ocurriendo. Esto no sucede en otros países.”

Si un juez dicta una sentencia y no se cumple, no pasa nada y no tiene consecuencias

Y pone por ejemplo que “los casos accidentes, se tramitan sobre la marcha, a diferencia de los casos de familia que se duermen y se olvidan con los años. O si un guardia civil te hace soplar en un control de alcoholemia y te niegas, es considerado un desacato a la autoridad. Pero si un juez te hace cumplir una sentencia y no se cumple, no pasa nada y no tiene consecuencias”.
Ramón Tamborero del Pino, ex presidente de la Sociedad Catalana de Abogados de Familia, admite que “la Justicia tiene una serie de mecanismos cuando se dicta una resolución contra un progenitor que son ágiles y rápidos, como es el caso de no pagar la pensión. En ese momento, se dicta un auto que embarga su nómina. Sin embargo, cuando se trata de reclamar el derecho de visitas, estamos ante otra problemática, ya que ante la sospecha de que un menor puede estar siendo manipulado hay que recurrir a los servicios sociales y aquí empiezan las dilaciones en el tiempo”.
El abogado de familia reconoce que “existen multas coercitivas para los progenitores que incumplen el régimen de visitas, pero el problema es que muchos abogados ni siquiera las solicitan. También muchos padres o madres afectados no quieren exigirlas porque piensan que se está comprando a los hijos. El problema es real. Tengo el caso de un padre con dos niños de 12 y 14 años que viven con la madre y que dicen que no le quieren ver. En junio de 2012 se presentó la ejecución de la sentencia, estamos en enero y aún no se ha resuelto. Lleva todo este tiempo sin verlos”.
José Manuel Muñoz, psicólogo forense, defiende que el tiempo es la clave en toda esta problemática: “Juega en contra del progenitor que lucha por ver a sus hijos, porque cuanto más se prolonga la separación más probabilidad de que el vínculo afectivo se pierda. En el caso de los bebés o niños menores de dos, para los que el contacto físico es primordial, esto es crucial. Los psicólogos forenses somos llamados por los jueces para determinar si el rechazo de un menor se está produciendo por manipulación del padre o madre custodio o por otros motivos. Pero nuestros informes no son vinculantes”.
Elena, como otros padres y madres anónimos y sus hijos, mantiene la esperanza que un día sus hijos vuelvan a su lado. Ellos han crecido sin su madre.
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/01/28/los-padres-estan-hartos-se-querellaran-contra-los-jueces-113596/

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