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miércoles, 23 de febrero de 2011

De la manzana al útero

por Paula Ballesteros
MIÉRCOLES 23 DE FEBRERO DE 2011
Resulta ofensivo ver en lo que ha quedado el movimiento feminista en el que la mujer reclamaba los mismos derechos y oportunidades que la otra mitad de la humanidad y su compañero en la andadura de la vida, el hombre.
Es indignante que mujeres contemporáneas enloden y ninguneen el sacrificio de la mujer por conseguir igualdad. Las únicas motivaciones que encuentro para ello son la carencia absoluta de los mínimos conocimientos o la necesidad de encubrir el negocio que se hace enarbolando la bandera de representantes del género femenino.
Ni el primer motivo ni el segundo son válidos. El primero porque aquellas que se presentan como defensoras de un género, y con sus métodos nos rebajan de la condición de personas incapaces de utilizar las leyes en defensa de nuestros derechos, se les puede y debe exigir que sus conocimientos sobre el papel que ha jugado la mujer a través de la historia es digno de respeto y no nos presenten como seres carentes de valor, constancia, tesón e inteligencia, cualidades que quienes se erigen en defensoras de la causa femenina no ostentan ni teniendo buena voluntad al juzgarlas.
El segundo motivo entra dentro de lo que se podría llamar fraude. Un fraude a la sociedad que con sus impuestos costea cantidad de organismos oficiales que no dan el resultado que se les debe exigir y del que más que ayudas reales a las verdaderas víctimas, se nutren demasiados intermediarios que justifican sus emolumentos complicando el fin para el que se han creado.
En esta capítulo del posible negocio, entran a formar parte legislaciones que no sólo no favorecen a la dignidad de las mujeres que hemos tomado parte en la resolución de nuestras vidas, sino que además castigan al hombre como género y a los hijos de una pareja, negando la custodia compartida sin que se comprueben y vuelvan a comprobar los motivos de esta negativa.

Ahora, las mujeres nos comemos la manzana del 'pecado original' sin necesidad de que algunas conviertan eso en una injusta forma de vida remunerada
El estado se ha convertido en la vida invasiva del ciudadano con equivocaciones, pero sin delitos, en juez y verdugo y para prevenir el maltrato femenino dispara con cañón una ley que invierte la carga de la prueba y el acusado tiene que demostrar su inocencia. Del más puro corte dictatorial donde "sí o sí" "porque lo digo yo y además me lo agradeces, es por tu bien".
Pues no, como mujer me niego a ser representada por leyes que me discriminen positivamente y lo mismo que las que ya hemos cumplido el medio siglo nos comportamos entonces por adquirir derechos demostrando nuestra capacidad para asumir responsabilidades, me resulta insultante que ahora seamos como pollos recién nacidos necesitados del calor de la clueca para no morir antes de salir al mundo.
La mujer, antes con causa y ahora con conocimiento, reclamamos igualdad, la hemos conseguido y tenemos que seguir reclamando si en algunas esferas no existe, con la ley en la mano que para eso la tenemos, pero sin enchufes de corte paternalista que tanto a menguaron la independencia de la mujer.
La sobreprotección no es buena ni para educar un hijo, calculen ustedes lo que podía suponer que por costumbres sociales un padre diferenciase la capacidad de una hija y un hermano varón. De la mantilla y peineta en Semana Santa pasamos a la alfombra roja de los Goya, por la que nuestras paternalistas ministras desfilan sin peineta y muchos capotazos, que son los que tienen que dar para conciliar su talante ministerial, con el corte de mangas que intuyen en el público que rodea el evento.
Se nota que las feministas de ahora no han superado la prueba del volante, esa que curtió a tantas mujeres, escuchando en cualquier vía mientras conducían su coche para ir al trabajo con el que se lo pagaban aquello de “en la cocina tenías que estar”. A la cocina te vas tú y aprende que yo puedo hacer esto y cocinar, pensábamos.

El 'Adán y Eva' de Durero
El salto desde la reivindicación justa al atropello del todo vale, es comparable al del pecado original por culpa de una jodía manzana que nos contaba la Iglesia, a la rentabilidad del útero. Tan absurda e injusta es la prédica de que Eva, cómplice con la serpiente, tuvo culpa en eso de parir con dolor, como ignorar el más elemental sentido común y la historia para pasar a considerar a la culpable del pecado original como víctima opositora a la beatificación por solo y exclusivamente ser paridora.
Ni lo uno ni lo otro, que entre medias existen tantas cualificaciones como cualidades o defectos somos capaces de atesorar los seres humanos. Y eso somos las mujeres, ni más ni menos, ni menos ni más que personas con la misma calificación categórica que un hombre. Iguales y diferentes por la gracia de Dios o de Darwin.
De aquella mujer medio tonta que por una cochina manzana nos condenó a parir malamente hemos llegado hasta la epidural, que no es por nada pero dicen que se nota un montón a la hora del parto y hasta eso, generaciones de hembras han sido tontas, listas, buenas, egoístas, cobardes o capaces de poner las criadillas de un varón más planchadas que una sábana recién salida del vapor.
El empeño en dotar a la mujer de unas cualidades comunes y actualmente poco favorecedoras a nuestro mérito como personas, algo más que imbecilitas, me pone en solfa porque, oiga, que mi trabajo me ha costado hacer que ciertos trogloditas del género masculino asumiesen que, además de otras virtudes las féminas podíamos tener tantos bemoles como de los que ellos presumían en esta España en la que nada se podía hacer si no era a base de cojones.
Y algunas tuvimos que empujar demostrando que precisamente sin ellos se podía llegar a la meta, con la única condición de que la tuvieses clara. Es impresentable que por el arte de biribirloque ahora tenga yo, a estas alturas, que reducirme a la condición de víctima, pasando por encima de la Constitución en el artículo que dice que todos los seres humanos somos iguales, sin distinción de género.
Renuncio pues a los privilegios que me quieren conceder por ley creada para el género femenino: para defender mis derechos me acojo a la ley que en sí misma proclama igualdad. Me niego a ser representada por ningún partido feminista en el que se excluya al hombre por serlo.
Denuncio el trato peyorativo que como persona recibo por el hecho de ser mujer, poniendo en duda mi capacidad para utilizar recursos, leyes, derechos y responsabilidades en igualdad con el hombre.
Reclamo el derecho a la consideración de mis capacidades como persona, más allá del útero que como hembra la naturaleza me condiciona para tener hijos. Defiendo la pluralidad entre las mujeres sin ser etiquetada como tal y punto, porque como los colores, existe entre unas y otras la misma diferencia que entre la madre coraje que quieren representar con Belén Esteban (Dios la perdone) y Concepción Arenal: la primera mata por su hija y se la aplaude, mientras que padres reclamando la custodia compartida de los suyos, se dejarían matar por ellos.

http://www.youtube.com/watch?v=w7z3RZnBoF4&feature=player_embedded
Belén Esteban en acción: ¿Por qué no actúa el Defensor del Menor para proteger a la hija de la utilización televisiva que hace su madre?
No es de rigor que se dé prioridad a una no cualificada, que con cada aparición en el medio en el que dice trabajar se lleva una pasta, explotando durante como poco 10 años el mismo discurso, en el que predica a los cuatro vientos la misma historia, con el agravante de que el SAP, tan tenido en cuenta en otros litigios de separación, pasa desapercibido en esta princesa de la incultura.
Espero que su hija no presente los síntomas del síndrome alienación parental (rechazo a uno de los progenitores). O no ve la televisión en la que su mamá realiza sus carambolas mediáticas, o el Defensor del Menor le ha concedido bula.
Ahora que lo pienso, a lo mejor me pone una demanda por opinar sobre algo que ella misma hace público hasta levantar dolor de cabeza al pobre televidente que ignore que no es obligatorio tragarse tanta alienación moral.
Las madres coraje que han sacado a sus hijos adelante llenando sus manos de sabañones por fregar escaleras, se cuestionarán la clasificación que merecen ellas. Y los padres que, trabajando como mulas para el sustento de la familia, descubrirán tarde que no merece la pena partirse el espinazo habiendo plazas como colaboradores en cadenas en las que no es necesario conocer la capital de Sierra Leona.
Entre estos esperpentos sociales que se ofrecen como paradigma de a lo que nuestros hijos deben aspirar, existen hombres y mujeres a los que debemos desde que yo pueda ahora establecer la diferencia hasta que agradezca a Ramón y Cajal su inteligencia y constancia en el descubrimiento de las neuronas: gracias a él la Neurocirugía salva muchas vidas.

Clara Campoamor es otra mujer de una pieza, como todas las presentes en este artículo: ellá luchó por la igualdad en el voto; una parte de la izquierda no la apoyó
Las mujeres como Concepción Arenal representan el verdadero feminismo o la aspiración a tener la igualdad con el hombre por derecho y reconocimiento por méritos. Concepción Arenal llegó a vestirse de hombre para acceder como oyente a las clases de Derecho que se impartían solo para hombres, porque a la mujer le estaba vetada la universidad.
Elsa Neumann fue la primera mujer licenciada universitaria que mereció un premio Nóbel ganado con el esfuerzo de conseguir la igualdad universitaria con el hombre y los méritos demostrados en el ejercicio de su carrera.

Marie Curie, otra grande
En 1897 nace en Polonia Marie Curie, pionera en el descubrimiento del Radio y sus potenciales aplicaciones. Es la primera mujer que consigue dos premios Nobeles y la primera que tiene una cátedra como profesora en la universidad de París.
Ninguna de éstas y otras muchas mujeres, incluidas las que se han partido el alma y la espalda realizando duros trabajos para contribuir al sustento de sus hijos, merecen que se las considere de segunda categoría, sobreprotegiendo el derecho que ya hoy hemos conseguido a la igualdad jurídica.
Casi todas las grandes y medianas mujer, en cuanto a inteligencia y preparación, se han medido con hombres merecedores, como ellas, de la misma clasificación. Grandes hombres, dignos y trabajadores, buenos y malos padres: no se puede etiquetar por género dotando de valores a unas y de defectos delictivos a otros.
Como persona es igualar bajando de categoría negando la individualidad de todos. Como mujer, me niego a que la única salida que me dejen es la rentabilización del útero.
http://www.diariodealcala.es/articulo_c/general/1949/de-la-manzana-al-utero

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