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viernes, 29 de agosto de 2014

Padres chantajistas, hijos rehenes (amor bipolar)

Viernes, 29 de Agosto, 2014
La autora del artículo es:Alejandra Gomez Macchia


Un par de extraños se encuentran en una fiesta o en un restaurante o en las aulas o en un vuelo internacional o en el metro o en un velorio o en una boda o en un bautizo o en una manifestación o en un congreso o en Facebook o en la redacción de un periódico o en la fila de las tortillas o entre la bola de curiosos que ven un choque o un trámite burocrático o en una carrera de bicicletas o en la sala de espera de un hospital o en las memelas o en una florería en diez de mayo o en casa de un tercero o en la librería o en el bar de confianza o en el table o en las casillas de votación o en una plaza llena de personas convocadas a fotografiarse desnudas o en una presentación o en un elevador o haciendo check in en un hotel o en un concierto de loa pelafustanes de Oriente o en la venta nocturna de Liverpool…
Y de pronto, por causas inconcebibles se tratan un tiempo, luego se hacen novios, luego se van a la cama, luego la mujer insiste en que deben vivir juntos, luego él se asusta, y bajo un chantaje eficaz montan una casa. Acaban pernoctando diario en la misma cama y desayunando en la misma mesa y defecando en el mismo baño y estacionando sus carros en el mismo porche… ¡vaya! Terminan por formar un hogar (o lo que debería ser un hogar).
Muchos se casan por todas las leyes (las fotos en la iglesia son divinas, y la pachanga mejor) y otros (que temen que el papelito acabe por ahorcarlos) sólo se juntan.
Eligiendo una de estas dos opciones la pareja termina siendo, sí, un matrimonio.
Con los meses (o los años) la mayoría deciden tener hijos.
La convivencia entre dos se vuelve monótona y hace falta la alegría y buena vibra de un par de pequeñas presencias que alivianen la onda.
Nacen las criaturas. La familia se amaciza.
Pasan los años y las cosas se ponen duras. Algunas parejas duran toda la vida juntas (muchas veces por una suerte de sacrificio) otras (últimamente la mayoría) rompen y empieza el zipizape.
Definitivamente cuando uno se divorcia es por algo, y ese algo suele ser la piedra en el zapato que siempre estará fastidiándonos la vida.
Los adultos finalmente aguantamos los trancazos, ¿pero qué culpa tienen lo niños?
Por lo general los chavillos se quedan con la madre y el papá se vuelve el héroe porque no es el que reprende y educa a diario, sino que llega los días que un juez le concede (como si hubiera cometido un crimen) y lo pasan bomba: juegos, dulces, partidos, viajes, desveladas…
Y por esa custodia (generalmente ventajosa) la madre va convirtiéndose en una estricta celadora que cobra bastante caro la ausencia de un padre que quizás ella ahuyento por sus manías.
Los niños entonces se convierten en rehenes y ven tras el burladero cómo aquellos seres que se conocieron en una fiesta o en un restaurante o en un bar o en funeral o en Walmart, se torean a diario y se meten dos que tres puyazos enfrente de ellos.
Es el pan diario de las familias divorciadas y es muy difícil tratar de cambiar el comportamiento de un par de Neandertales que se detestan.
La vida seguirá y la historia bélica de las parejas que valieron se repetirá de generación en generación.
Lo que no se vale es poner a los hijos en contra de alguno de los dos padres (generalmente el agravio va dirigido al que no vive en la casa).
Chuladas como dictarles a los niños mails para que se lo envíen al padre ausente haciendo pliegos petitorios imposibles de cumplir, o abrirle a los niños las conversaciones donde sus padres se dan hasta con la olla, son el pináculo del mal gusto y de la negligencia.
!Ah , pero eso sí!, el encargado de hacer este tipo de emboscadas se cura en salud diciendo que quiere lo mejor para el niño y que finalmente no viven con el padre ausente porque resultó ser un (o una) prángana.
Y mientras tanto los hijos sufren un desequilibrio brutal que desencadena problemas gratuitos que, sin duda, terminarán uniendo a la pareja que se repudia porque simplemente el tutor no puede con el paquete.
Bonito consuelo y linda forma de volverse a ver las caras… (hay algo peor que un ex: un ex que no te ha superado).
Es oficial: el mundo entero pasa por una crisis en los valores familiares (entre otras muchas más). Si esto es un hecho, ¿para qué hacer miserable la existencia de un niño que fue concebido en momentos de paz?
En estos tiempos en los que están de moda las marchas y los abajofirmantes, sería bueno hacer un llamado a la sensatez de los padres divorciados.
Yo nunca me uno a ese tipo de causas, pero por tratarse de nuestros hijos firmaría la siguiente petición: “No al chantaje sentimental de parte del padre custodio hacia el padre ausente”.
¿Quién le entra?
 No siempre sucede que el padre ausente es el consentidor de todos los caprichos, se convierte en el papá "burger king", y la madre por contra es que siempre se encarga de reprender al menor por sus acciones.
Es cierto que la persona que ejerce la guarda y custodia del menor, por sistemática machista los juzgados la aplican en un 90% de casos, y por consecuencia quien asume la responsabilidad mayor sobre los hijos. Es decir es a quien toca obligarles a acostarse en una hora prudente, levantar a los menores para acudir a su hora al colegio, obligar que se laven los dientes, y entre otras muchas cosas que estudien responsablemente.
Lo que se traduce que en muchas ocasiones los menores campan a sus anchas por la casa mientras que la cuidadora se encuentra realizando otras tareas. Pues si un niño molesta le dejas hacer lo que pretende y en parte se termina tal molestia. De ahí gran consecuencia del fracaso escolar en los hijos de los padres separados. Éste fracaso escolar deriva de hijos que se encuentran bajo la guarda y custodia materna, cuando la custodia la obstenta el padre el fracado escolar es prácticamente invisible. Pero estos son datos que nos ocultan, así como por ejemplo que los hijos de padres separados que se encuentran en los centros de menores, son hijos de padres separados SÍ, pero bajo la guarda y custodia materna.
Otro aspecto con el cual diferimos del artículo, y por desgracia, es que al final los problemas de los hijos repercutan de forma que obliga a los padres a nuevamente entablar conversación por su bien. Por desgracia, para los padre prima su deseo de venganza, rencor o cualquier otro motivo antes que el de pararse a pensar por el bien de los sus propios hijos en que están fallando y que remedio pueden aplicar en beneficio de sus hijos. Existiran casos, pero por desgracia son más frecuentes en los que no sucede ésto.


http://www.sexenio.com.mx/columna.php?id=8169

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