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sábado, 28 de junio de 2014

Mini rehenes: cómo es la realidad de los hijos de las peleas

Sábado, 28 de Junio, 2014
Algunos casos mediáticos nos hacen reflexionar sobre qué pasa con los hijos cuando son rehenes de los conflictos de pareja. “No asuman que mi vida sigue igual”, dice un testimonio de un hijo de padres divorciados.
Es innegable que en estas situaciones se movilizan ansiedades, dolores, angustias, destaca el Dr. Miguel Carlos Palmieri -Especialista en Sexología Clínica, Director Centro de Sexualidad, Pareja y Familia, Universidad Juan Agustín Maza y Presidente Fundación Sexualidad, Pareja y Familia- que desarrolló un poco más acerca de este tema.
¿Por qué tomamos este tema desde la sexología?
Hay una idea muy frívola de lo que hacen los sexólogos. No todos abordan la temática de pareja y mucho menos de familia. Pero nuestra visión de equipo es que en muchos casos, estos tres elementos (con su red de relaciones, mitos, emociones mal manejadas, etc.) necesitan de un abordaje integral desde el ámbito en dónde se establezca la consulta. No es infrecuente que atrás de un problema de deseo o cualquier trastorno por ansiedad sexual, haya detrás un escenario de conflictos mal llevados (transformados en pelea y violencia) que es negado o minimizado.

Si bien se habla mucho del sufrimiento de los hijos de padres separados, la verdad es que el mismo también ocurre dentro de muchas parejas que no se separan.

"Gran cantidad de personas que tienen conflictos de pareja y vienen al consultorio dicen que sus padres no se separaron y se llevaban mal, se peleaban por dinero, se engañaban, no abrazaban a sus hijos", señala Palmieri. 
Los hijos que vivieron prolongadamente un conflicto de pareja mal llevado, independientemente de la separación o no de sus padres, es altamente probable que hayan sufrido las consecuencias de esa “batalla conyugal”. Incluso se pueden haber llegado a convertir en rehenes de los conflictos de sus padres. Sin embargo no hay que instalar la culpa, frecuentemente no se conoce el “oficio de padre” y de pareja.

Todos los niños necesitan amor, contención, seguridad, no sólo el hijo de padres divorciados.

Una cosa es el conflicto, otra la pelea. Muchos padres preguntan en relación a los conflictos de los adultos: ¿Los protejo totalmente? ¿Los mantengo alejados? ¿O tienen que saber todo? Lo más sano es lo intermedio. El conflicto es una oportunidad de crecimiento, porque el chico aprende como se maneja un conflicto cuando hay afecto. Pero ello no implica socializar los detalles de cada conflicto ni hacer intervenir, directa o indirectamente, a los hijos.
¿Todos los hijos perciben y reaccionan de manera similar ante los conflictos?
Hoy en día las parejas no tienen tiempo y en el momento que se encuentran discuten por dinero, por las familias de origen, por la sexualidad, por la toma de decisiones, y por los hijos y hacen una especie de “guiso” del conflicto.
El niño percibe esta energía de la ira. Pero cada uno percibe de distinta manera, según su propio estilo de percepción.
Es muy frecuente, en los vínculos que se establecen en la pareja adulta, reconocer “patrones de conducta niños” aprendidos de la forma de adaptación que cada uno hizo a esa situación.
Por ejemplo, cuatro hermanitos que escuchan que mamá y papá discuten. Uno escucha como si fuera él el responsable y se sobreadapta a los deseos de los demás, negando los propios. Luego busca pareja a las cuales cuidar. Todos dicen “qué adulto para comportarse”. El otro hermanito se enferma, le falta el aire, tiene fiebre; se muestra débil para atraer la atención y que dejen de discutir. “Aprende” ese mecanismo y ante los conflictos en la pareja propia somatiza y se sitúa “debajo”.
El tercer hermanito se rebela y logra captar la atención a través del conflicto, peleando con el hermanito, con papá, o con mamá; desvía la atención y en la adultez, se encuentra “´cómodo” en ese rol de confrontador en los conflictos de pareja. El cuarto, dice “esto no lo soporto”; se aísla o siempre tiene algo afuera, evita el conflicto yéndose, no estando. Aprende a “no sufrir” evitando. Cada uno interpreta lo que ocurre de distinta manera y así construye su modelo del mundo.
Estos cuatro modelos pueden coexistir en una sola persona. No matemáticamente pues la vida tiene una infinidad de factores que modifican, favorable o desfavorablemente, nuestra existencia. Es así que muchos salen fortalecidos a pesar de los impactos de las peleas. Son los llamados resilientes.

Algunas personas y parejas que concurren a la consulta, al escuchar esto pueden reflexionar acerca de lo que les ocurrió a ellos; cómo les impactó cuando los padres peleaban o se separaron, o si iban a la casa de mamá y a la de papá y se les hablaba mal del otro, por ejemplo.
¿Cuántos “divorcios” hay en un solo divorcio?
Según algunos autores hay un “divorcio psíquico”, que a veces se produce a veces antes del legal, cuando ambos o uno solo se da cuenta que las expectativas o el proyecto no va más. Sucede, en algunos casos, años antes del siguiente.
Después mencionan el segundo: el divorcio legal (prefiero llamarlo formal), que a veces puede ser el más conflictivo o el más simple. En terapia de pareja se puede colaborar a que realicen una buena separación y evitar la trituración del vínculo a través de equipos legales que trabajen codo a codo con los terapeutas involucrados.
Después está el "divorcio de los afectos”, de los lazos familiares, de los suegros, de los cuñados, de los amigos comunes o conocidos durante el tiempo que duró el vínculo. No siempre es lineal y a veces entorpece el proceso de los “ex”.
El “divorcio de la casa”. Ningún bien en general se presta a tanto tironeo como la casa de cohabitación familiar. Es como si en cada cosa inerte viviera un pedazo del hogar. La casa representó la corporalización de la familia; ese cuerpo tiene vivencias y sensaciones atrapadas. Poder soltarlas sin enceguecimientos absurdos, ayuda a destrabar separaciones congeladas por años en el mismo estadio.
El “divorcio como padres”, con el tema de las visitas, no sólo las tenencias sino los afectos, qué le doy, qué no le doy a mi hijo, que le permito y que no, independiente de aceptar o resistirse a las nuevas reglas que el otro padre impone.
Por último se da el “divorcio de la dependencia”, no sólo económica, sino afectiva, a veces arman rápidamente otra pareja, desplazando los conflictos no resueltos de la pareja anterior. En otros casos pasan décadas y siguen entrampados en dependencias que no se destraban a pesar de la “aparente facilidad” que mencionan los observadores.
Según este esquema, entonces, en cada divorcio hay seis divorcios. No todos los plazos son iguales, pero en general se ve que en los primeros sesenta (o noventa) días son de transición. Puede haber una llamativa tranquilidad porque se sacaron una mochila de encima y se minimiza la tensión acumulada. El primer año o año y medio posterior es muy importante. En él empiezan a jugarse las cartas verdaderas de lo que será la dinámica post separación. Y luego de los tres años puede comenzar la estabilización duradera.
¿Y las nuevas relaciones?
¿Cómo encarar una nueva relación sin afectar a los hijos? Sin recetas. Pero con algunos tips que pueden ayudar:
No socializar familiarmente muy rápido la nueva relación; acordarse de que la soledad nos vuelve vulnerables, recordar que los hijos todavía pueden elaborar parcialmente el impacto de la separación. A veces aunque pasen los años, los hijos se resisten a que los padres tengan nuevas parejas.
Otra orientación es no “cargar” a la nueva pareja con los problemas de la anterior vida. Ni tampoco generar en esta nueva todas las expectativas que no cumplí en la anterior.

Dicen las estadísticas que los hijos de padres separados tienden a separase también. Lo que es importante ver también si los hijos de padres que no lo hacen y tienen una relación de alto conflicto pueden hacer parejas y vínculos saludables (ahí la brecha se reduce pues se observa en la clínica que el patrón es “seguir juntos pase lo que pase” donde, en nombre del amor, se acepta todo, predomina la violencia o el desamor y se mantienen relaciones sufrientes y no saludables).
La salud mental de la pareja impacta en la salud mental y sexual de los hijos. Es importante no ser “pro” o “anti” divorcio, sino pensar primero que nada en lo saludable.
Como síntesis, en la canción de Serrat “ Esos locos bajitos” dice: “Nada ni nadie puede impedir que sufran,  que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós.”
El tema tiene que ver en cómo es ese adiós, qué rescata de papá, qué rescata de mamá el día que nos dicen adiós.
http://www.mdzol.com/nota/539783-mini-rehenes-como-es-la-realidad-de-los-hijos-de-las-peleas/

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