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viernes, 18 de enero de 2013

Vaticano y Género

Viernes, 18 de Enero, 2013
Enlaces:
- Feministas atribuyen el polémico informe de la RAE a su composición masculina
- A vueltas con la custodia compartida

En realidad el concepto de “ideología de género”, sólo está siendo utilizado así, sin matices, por los representantes de la jerarquía vaticana y el ultramontano mundo del conservadurismo católico más radical.
Lo digo, creo con conocimiento de causa, tras más de 20 años dedicada a trabajar en el ámbito de las políticas de igualdad y manejar el concepto género como un patrón de análisis social que ayuda a identificar las diferencias sociales entre mujeres y hombres y las desigualdades y discriminaciones por razón de sexo, o de género, como prefieran, que aún existen.
Como todo, el por qué la jerarquía católica, ha terminado por utilizar este concepto tiene su historia.
Corría el año 1995, Naciones Unidas celebraba la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín. Tras la conferencia sobre Población y Desarrollo Humano celebrada en El Cairo, un año antes, en la que se produjo un importante reconocimiento en materia de derechos sexuales y reproductivos, los estados más conservadores, incluyendo El Vaticano, que recuerden es un estado reconocido por Naciones Unidas, fueron a Pekín con el objetivo de evitar mayores avances en relación con el aborto y los derechos de las mujeres sobre su propio cuerpo. Concentrados en esta cuestión, que por cierto consiguieron, pasaron por alto, en esta ocasión, un concepto, que aunque no era nuevo, se coló con fuerza en los compromisos que finalmente firmaron los Estados en la Plataforma de Acción que surgió de esta conferencia.
Así los Estados firmantes, se comprometieron a desarrollar lo que entonces se nombró como mainstreaming de género y que, simplificando, consiste en incorporar a las políticas públicas, a todas, objetivos para equilibrar la posición social y los derechos de mujeres y hombres. En la legislación española hemos terminado llamando a este concepto transversalidad e integración de la igualdad de oportunidades y de trato entre mujeres y hombres, y es la estrategia para lograr la igualdad real y efectiva tal y como se definen en la Constitución Española (arts. 14 y 9.2).
Es a partir de este momento que El Vaticano y sus diferentes representantes se interesaron por el concepto de género, e iniciaron una deriva propia que han acabado con manifestaciones como las recientemente escuchadas al Obispo de Córdoba y que se vienen a sumar a las no menos sorprendentes sobre el aborto que ya nos regaló hace unos meses. Pero la pregunta es, ¿por qué le produce a El Vaticano y sus representantes tanto rechazo un instrumento que se ha revelado como esencial para la igualdad de oportunidades y de trato entre mujeres y hombres?
El feminismo, que sí es un cuerpo ideológico que aspira a una igualdad de derechos y a una convivencia social equilibrada entre mujeres y hombres, propuso el concepto de género como parte de un sistema de análisis que permitiera identificar las desigualdades y poder corregirlas. El desarrollo del concepto de género en las políticas públicas ha permitido desagregar los datos por razón de sexo y conocer la comparativa agregada entre mujeres y hombres. Gracias a este tipo de análisis conocemos, por ejemplo y aún a riesgo de simplificar demasiado, fenómenos como la brecha salarial, sabemos que las mujeres universitarias son más que los hombres universitarios en este momento, o podemos medir la evolución de la participación de mujeres y hombres en la política, en los puestos de responsabilidad de las grandes empresas o en cualquier otro ámbito. Gracias a este tipo de análisis sabemos que las mujeres somos más pobres que los hombres a lo largo de toda la vida y que la maternidad tiene un coste tanto económico como en participación social que se deja sentir, hoy por hoy, en el itinerario de vida de las mujeres.
La propuesta ideológica de El Vaticano, su ideología sobre el sexo y el papel que hombres y mujeres deben cumplir en la sociedad, genera desigualdad. Se despistaron en Pekín, al firmar y apoyar un compromiso que apoyaba identificar estas desigualdades y combatirlas. Han tardado en diseñar su contestación, pero lo han hecho. Lógico, por parte de una institución que segrega la participación en su estructura de poder de forma excluyente según el sexo de las personas. Lógico, en una institución que propone un modelo social basado en una familia con roles tradicionales y segregados para mujeres y hombres, aplicando una auténtica ideología del género como patrón de comportamiento inamovible, tanto en lo sexual como en lo social, asociado al sexo de las personas. En resumen, para El Vaticano, el sexo, constituye identidad individual y determina un itinerario único de vida para cada persona en función del mismo. ¿Cómo van a querer que existan instrumentos que desvelen que, en realidad esta propuesta genera desigualdades difícilmente asumibles en el marco de la democracia tal y como la conocemos hoy en día?
Desprestigiar el feminismo y a las feministas ya no es suficiente, es necesario atacar los instrumentos de las políticas de igualdad y a esto se dedican con ahínco y tesón los representantes de la ideología vaticana. Lógico, porque su propuesta de organización social y sobre todo, de organización interna, no es sostenible en un mundo que cuestione las desigualdades y discriminaciones por razón de sexo. No lo olviden la próxima vez que escuchen a un obispo hablar de género, o de sexo.
Publicado en el Blog Ellas de Elmundo.es
http://www.fundacionmujeres.es/blogs/marisasoleto/?p=589

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