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domingo, 8 de julio de 2012

La fábrica de casamientos

Domingo, 8 de Julio, 2012
Una investigación prueba una "industria" para casar argentinos en Uruguay. Sólo entre 1920 y 1940 hubo mil uniones en Montevideo
Del barco al brindis y de nuevo al barco, con la libreta en la mano: durante años, en Uruguay existió una verdadera "industria del casamiento" de argentinos, que viajaban con el exclusivo fin de contraer matrimonio de este lado del Plata, escapando a las rígidas normas sobre estado civil en su país. Una investigación reveló que sólo en Montevideo entre 1920 y 1940 se realizaron unas mil uniones de parejas argentinas. De ellas, 40% tenía al menos a uno de sus integrantes casado previamente en el vecino país.
El fenómeno involucró incluso a celebridades (ver aparte). Mientras el Uruguay del siglo XX era pionero en América Latina en materia de divorcio vincular, es decir aquel que da por disuelto el matrimonio y posibilita volver a contraer otro, en Argentina recién se hizo legal en 1987, durante la presidencia de Raúl Alfonsín (hubo una primera ley en 1954, durante el segundo mandato de Juan Domingo Perón, pero fue derogada tras el golpe de Estado de 1955).
"Antes de que se aprobara el divorcio sólo existía la separación de cuerpos, que significaba el fin de la convivencia pero no del matrimonio ni de los deberes de fidelidad como esposos de los contrayentes, por lo que no podían formar nuevos vínculos", explica a Domingo el abogado argentino Gerardo Martínez Grijalba.
Para la argentina Dora Barrancos, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), el letargo del divorcio en Argentina se debe a que "el liberalismo se aplicó a una esfera estrictamente pública, mientras que el orden de lo privado se lo dejó a la moral católica. Nuestros liberales argentinos tienen una laicidad a medias y le temen a la Iglesia".
Así, se encuentran "paradojas" en la historia argentina, como que un gobierno no liberal como el peronista fue el que otorgó filiación a los hijos extramatrimoniales y el divorcio vincular. "Recién ahora a nivel civil se está pasando de ese cono de limitaciones a la soberanía individual, e incluso poniéndose al frente de manera notable y casi imprevista para los que investigamos estos temas, con leyes como la del matrimonio igualitario y la identidad de género", comenta.
"En Argentina, la vinculación de la Iglesia con el Estado marcó fuertemente la política y la vida cotidiana, a diferencia de Uruguay, donde la temprana secularización trazó derroteros diferentes. La secularización en Uruguay empezó con el liberalismo de fines del siglo XIX y siguió con el Batllismo, que fue acompañado por figuras del Partido Nacional", comenta por su parte la historiadora uruguaya Yvette Trochón ante la consulta de Domingo.
Barrancos posee lazos familiares que la unen a Uruguay y sus investigaciones sobre el divorcio en Argentina la llevaron a intentar comprobar si existía una suerte de "industria del matrimonio" para personas de esa nacionalidad. Su admiración "sin ningún rubor" por el liberalismo de José Batlle y Ordóñez relativo a la soberanía de los individuos, la decidió a emprender la investigación. "Me interesa sobre todo el lugar que se otorgaba a las mujeres en esa corriente, expresado en el hecho de que Batlle y Ordóñez hasta escribiera con seudónimos femeninos, algo que algunos pocos varones hicieron en Argentina, pero no de su estatura política", acota.
La investigación será incluida próximamente en el libro Historia de la moral sexual y de la sexualidad en la Argentina. Para este trabajo, contó con la colaboración de Andrea Brazuna, una estudiante uruguaya de Historia en la Universidad de la República, quien investigó pacientemente la totalidad de matrimonios de argentinos y residentes en Argentina que se realizaron entre 1920 y 1940 en las oficinas del Registro Civil que se encontraban en la Ciudad Vieja de Montevideo. Se optó por delimitar esa zona por su cercanía con el puerto y porque era donde había más servicios de hotelería, que era la red elemental para que estas parejas pudieran albergarse. De esa forma, se detectaron unas mil uniones, dice Barrancos.
LAS RAZONES. "Uruguay era muy generoso y otorgaba muchas facilidades porque permitía los enlaces de personas que obviamente no daban un domicilio en Uruguay, y eso se debe a una resolución de fines del siglo XIX que permitía, dependiendo las circunstancias, realizar casamientos de quienes no estuvieran domiciliados en el distrito donde se concretaba la boda", dice la investigadora.
La especialista estima que 40% estaban en una situación de bigamia, debido a las altas edades de los cónyuges. "Ellas superaban los 30 años, cuando en esa época si no eran casadas a los veintipico ya estaban `para vestir santos`, y ellos estaban muy arriba de los 40", explica. Considera que "se pueden haber dado casos de personas que se habían separado y rearmaban su vida hasta otras que llevaban matrimonios simultáneos", pero también cree que había "una fuerte decisión de regularizar la situación" al contraer matrimonio en Uruguay. Para la investigadora, se debe haber tratado mayoritariamente de parejas que ya tenían cierta estabilidad e incluso convivían.
Asimismo, subraya que el restante 60% "no parecería ser bígama" y que la razón de la unión sería un tema de libertades: la libertad de disolver el vínculo que otorgaba la ley uruguaya, lo que incluye en "alguna proporción el pensamiento de que era menos sacralizada que la Argentina".
Otra explicación sería la posibilidad de acuerdos prenupciales patrimoniales, previstos a través de la figura de las capitulaciones matrimoniales en el Código Civil uruguayo. De hecho, para el abogado Martínez Grijalba, tras la aprobación del divorcio, este tipo de acuerdos es el que motivaría matrimonios de argentinos en el Uruguay actual, aunque ello no significa una tendencia.
De la muestra se desprende que sólo el 5% de estos argentinos casados en Uruguay utilizó luego el divorcio. "Eso no quiere decir que no hubiera separaciones de hecho, pero la proporción de los legalmente divorciados fue ínfima", señala Barrancos.
FIGURITA REPETIDA. Uruguay recibió a los turistas-consortes con techo, comida y hasta con un nuevo oficio: el de "testigo de alquiler". "El mecanismo era sencillo: viajaban, se casaban y lo hacían pasar como unas vacaciones cortas en Uruguay. No pudimos determinar si realizaban los acuerdos mediante estudios de abogados, pero lo que sí encontramos es una red de colaboradores cuyos nombres se van a repetir como testigos de muchas nupcias, incluso a lo largo de las dos décadas que analizamos", sostiene Barrancos.
Eso, a su juicio, "muestra que había una industria". "Seguro había que retribuir a esas personas, que probablemente se ocuparan de otras cuestiones referidas al enlace", añade. Incluso, considera que un pequeño grupo de testigos "rompe esa rutina": en esos casos los contrayentes "asoman con una mayor probabilidad de haber compartido atmósferas masónicas o de libre pensamiento debido a que tenían como testigos a importantes hombres de la política uruguaya, en su mayoría socialistas". Prefiere no revelar sus nombres por una "cuestión ética".
Por otra parte, para Barrancos en esas décadas del siglo XX "hubo cambios muy interesantes en la sociedad argentina, que muestran una mayor autonomía femenina", debido a "cierta liberación de las costumbres, como la posibilidad de viajar sin la compañía de familiares; el uso del cabello corto y de polleras cortas; una inducción a la sensualidad a través de las imágenes de publicidad y del cine que estimularon las libertades personales y que generó a partir de 1930 la consecuente aparición del adulterio femenino en el debate del divorcio, como algo que no sólo ocurría sino que no se podía ocultar".
Según Barrancos, este estudio aporta por primera vez datos estadísticos que prueban una tendencia que hasta ahora "era sólo un trascendido". La experta, socióloga y doctora en Historia, asegura que "aún falta mucho por conocer y se abrieron muchas hipótesis nuevas".
La investigación también abarcó a dos de las figuras del socialismo argentino, Juan B. Justo (1865-1928) y Alicia Moreau (Londres 1885 - Buenos Aires 1986), quienes por trascendidos históricos habrían contraído nupcias en Montevideo entre 1921 y 1923, lo que corresponde al período que analizó Barrancos a través de Brazuna en los registros de la capital uruguaya.
Sin embargo, tras la investigación no apareció ese casamiento. Como las fuentes socialistas de la época indicaron que se casaron, la conjetura es que dijeron a sus amistades que iban a hacerlo pero solamente se fueron de paseo. La fundadora de la Unión Feminista Nacional se habría unido de hecho a Justo y después ambos anotaron a sus hijos en común, con lo que -quizás como un guiño a sus creencias- y Alicia Moreau no sería "de Justo", como siempre se la conoció.
"Antes no había indagaciones sobre el enorme tránsito de parejas argentinas hacia el Uruguay procurando matrimoniarse y en nuestro caso sólo analizamos las que fueron a Montevideo en un período determinado. Sería muy interesante saber qué pasaba en otros puntos del país frecuentados por argentinos como Colonia y también poder seguir la historia de algunas de estas parejas a lo largo de los años", asegura. (Producción: Luis Prats)

FAMOSOS EN EL REGISTRO

Varias parejas célebres en Argentina contrajeron matrimonio en Uruguay. Por ejemplo, el millonario Alfredo Fortabat, divorciado, se casó en 1947 con Amalia Lacroze en Montevideo. El cómico Luis Sandrini, casado en Argentina, lo hizo con la actriz Malvina Pastorino, el 20 de enero de 1952 en Migues. Otros se divorciaban, al punto que la actriz Niní Marshall protagonizó una trilogía de comedias en el cine: Casamiento en Buenos Aires, Luna de miel en Río y Divorcio en Montevideo.

TAMBIÉN SE DIVORCIABAN

Además de una "industria" de casamientos para argentinos, en Uruguay funcionó una destinada a divorciarlos, con estudios jurídicos que se especializaban en esa materia, comenta a Domingo la historiadora uruguaya Yvette Trochón. "Muchos veían así la forma de escabullirse al corsé legal. Puede ser también que fuera gente de cierta posición económica, por el tema de los bienes", explica.

Un casamiento en José Enrique Rodó, en primera persona

Nora de los Ángeles Arana está por cumplir 82 años. Cuando tenía 26, el 18 de diciembre de 1956, sabía que comenzaría el nuevo año como la flamante esposa de Enrique Revol, cordobés como ella, entonces de 33 años, catedrático universitario, periodista y que había vivido en Nueva York y París como traductor de Naciones Unidas. Aunque Nora era profesora de piano y había abandonado estudios de Medicina, anotó "labores" como profesión y él "intelectual", según se lee en la libreta de matrimonio que lleva sus nombres y que está sellada en el pueblo de José Enrique Rodó, en el departamento de Soriano. ¿La razón? Él ya se había casado ante la ley argentina. Nora y Quique son los abuelos maternos de quien escribe esta nota, caso testigo de privilegio. Ante las preguntas, mi abuela aclara: "Quique había anulado su anterior matrimonio ante la Corte de Justicia de Nueva York". Un amigo y abogado porteño les arregló todo en Uruguay". "Sólo tuvimos que presentarnos y firmar", agrega, mientras trata de dar más detalles del periplo, por el que viajaron primero a Buenos Aires y luego a Uruguay en barco junto a ese amigo y su mujer, quienes también oficiaron de testigos. Se casaron y con la libreta roja punzó en mano hicieron casi 200 kilómetros para celebrar en Montevideo: comieron en un restaurante de la Ciudad Vieja una milanesa con papas fritas. Jamás le supo mejor.
"Él organizó todo por amor a su familia en una sociedad de prejuicios", dice Nora. Y agrega: "Sé de otros casos similares. El esposo de una amiga, cuando se volvió a legalizar el divorcio, fue a casarse ante el registro civil argentino acompañados de hijos y nietos. Nos decíamos: `¡Pensar que a nosotras nos costó tanto!". Nora estaba embarazada de su primera hija y tuvieron dos más -mellizas- concebidas en los Estados Unidos. Nacieron en Buenos Aires, ya que ellos viajaron de apuro para que "fueran argentinas". Luego partieron hacia Córdoba.
El primer casamiento de mi abuelo no fue impedimento para que las tres estén incluidas en esa libreta con el escudo uruguayo. Enrique murió en 1988 y poco tiempo después ella se radicó por casi 15 años en Montevideo.
http://www.elpais.com.uy/suplemento/ds/la-fabrica-de-casamientos/sds_650431_120708.html

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