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domingo, 1 de julio de 2012

Cuando la mujer es la agresora

Domingo, 1 de Julio, 2012
La imagen pertenece al enlace:
- La joven que degolló a otra tenía obsesión por el novio de su víctima
La violencia doméstica contra el hombre ha aumentado en los últimos años, pero todavía no se le presta la debida atención, según algunos expertos
Por Ileana Delgado Castro/idelgado@elnuevodia.com
Para nadie es un secreto que la violencia de género contra la mujer es uno de los graves problemas sociales que más nos afectan en estos días.
Un patrón de conducta que, desafortunadamente, no da tregua y que se manifiesta a través de violencia física, verbal, emocional, amenazas, agresión sexual y, en muchos casos, privación de la libertad y hasta la muerte.
Pero al otro lado de esa situación está el hombre que también sufre de maltrato, tanto físico, como verbal y emocional por parte de su pareja y cuyos casos están en aumento. En este escenario, además, el varón es estigmatizado por la misma sociedad y, en muchas ocasiones, se convierte en blanco de burlas y descrédito. Al punto que, según algunas víctimas, las mismas autoridades no toman en cuenta sus denuncias. Con el agravante de que, para estos casos, es muy poca o ninguna la ayuda que existe.
Es lo que ha vivido por años Alfonso, un profesional de mediana edad, quien dice que ha sufrido las peores vejaciones de su vida al lado de quien él pensaba sería su compañera para toda la vida. Debido a que está en proceso de divorcio y a que las relaciones paterno-filiales y pensión están en disputa, pidió usar un seudónimo para contar parte de su historia.
“En mi matrimonio yo fui la víctima de violencia doméstica y aún cuando estoy en los trámites de divorcio, sigo siendo víctima de ataques viciosos”, cuenta el hombre, mientras indica que su esposa manipula y hace lo imposible para que él no pueda ver a sus hijos.
“Al poco tiempo de casados comenzaron las agresiones verbales. Si yo no me conformaba con las instrucciones de ella, entonces era ‘poco hombre’ o ‘no servía’, además de otras palabrotas. Mis amistades rechazaban las invitaciones a mi casa y era obvio que lo hacían por los comentarios humillantes que ella hacía regularmente sobre mí”, cuenta Alfonso, mientras admite que con el tiempo las ofensas derivaron en agresiones físicas, pero no sabía cómo salir del círculo de violencia en el que vivía. La razón principal era que tampoco quería separarse de sus hijos.
“La primera vez que me pegó fue con un palo; me dio por la espalda mientras pintaba una pared porque me había equivocado de color. Me cogió de sorpresa y cuando me viré a defenderme, trató de darme con los puños, pero como conozco técnicas de defensa para controlar a una persona sin lastimarla, no pudo”, cuenta Alfonso, tras indicar que ella estaba embarazada en ese momento.
“No soy una persona indefensa. Pero no iba a devolver una agresión a mi esposa embarazada”, agrega Alfonso, quien dice que en ese momento decidió separarse porque creía que ella podía estar pasando por cambios hormonales o que era una manifestación más de lo que se conoce como “Nesting Syndrome” o síndrome de anidamiento, en el que la mujer embarazada tiene muchas energías y ganas de limpiar y prepararlo todo para la llegada del bebé.
Pero cuando nació el niño, él decidió regresar. Pero dice que ella seguía haciendo comentarios humillantes y despectivos, situación que se exacerbó cuando él perdió su empleo y, poco después, la mejor amiga de ella se divorció.
“Ella iba a la casa y opinaba en todo. A veces parecía que se ponían de acuerdo para comenzar una discusión, aunque siempre me alejaba para evitar mayores problemas. Pero eso me provocaba mucha incomodidad y depresión. Era obvio que el matrimonio no funcionaba”, cuenta Alfonso, mientras acepta que no se atrevía a denunciar a su esposa por temor a ser objeto de burlas o que la Policía no creyera su versión.
Aunque finalmente tuvo que hacerlo, después de que su esposa le dio una patada en sus genitales y lo agredió severamente mientras él estaba en el piso. Fue cuando ella le advirtió que si la denunciaba, diría que él era quien le pegaba y que tendría de testigo a su amiga. Además, recuerda Alfonso, también lo amenazó con que “me iba a vaciar un pistola en la cabeza”.
Esta vez, él pudo demostrar que ella era la agresora por los golpes y rasguños que tenía en su cuerpo. Y aunque ella estuvo presa por unas horas, por presiones familiares él no puso cargos bajo la Ley 54, algo de lo que ahora se arrepiente.

Hoy día, sostiene Alfonso, están separados, pero sigue viviendo una “pesadilla”, debido a los múltiples obstáculos que ha puesto su esposa en el trámite de divorcio, la relación con los hijos y la pensión.
“Ella me puso una orden de protección, pero el juez se dio cuenta de que ella mentía y puso una orden de protección recíproca. Ella no se puede acercar a mí ni yo a ella. Pero me he dado cuenta de que el sistema la protege a ella, independientemente de que pude probar que era la agresora. Ahora utiliza a mis hijos y solo me los deja ver cuando a ella le conviene”, sostiene Alfonso.
Temor a hablar
Para el psicólogo clínico Pablo Morales Lara, la situación de Alfonso es más común de la que muchos creen. Según dice, esto es así debido a factores culturales y al machismo que todavía impera en la sociedad.
“Al final tiende a sentirse poco hombre porque culturalmente se cree que los varones son los que dominan a las mujeres”, sostiene Morales.
Otra de las razones, agrega el psicólogo, es por el temor a la crítica, a que se ponga en entredicho la hombría “y al mismo narcisismo del hombre que no le permite que se diga que es maltratado por una mujer”.
Además, según el psicólogo, las autoridades policiales, los jueces y abogados todavía no están preparados ni acostumbrados a trabajar estos casos.
“La sociedad está establecida con unos parámetros completamente machistas. Si un hombre va a poner una querella de que es maltratado por una mujer, lo primero es que no le creen. Y lo segundo es que, si le toman la querella y comienza una investigación, es probable que la mujer diga que el maltratante es él y existe la posibilidad de que en vez de ir presa ella, lo arrestan a él”, abunda Morales, autor del libro ‘Filogénesis y psicoanálisis de la violencia de género’.
Sin embargo, la inspectora Margarita George Marrero, supervisora en la División de Violencia Doméstica de la Policía de Puerto Rico, señala que la Ley 54 tiene un lenguaje neutro y que aplica tanto a la mujer como al hombre.
“Cuando un hombre es maltratado tiene que buscar ayuda en la Policía, que es la primera respuesta en el sistema de justicia criminal. El policía tiene que entrevistarlo al igual que a los testigos si los hay, efectuar arrestos si es necesario y consultar con un fiscal”, explica George, quien destaca que es el mismo protocolo que se sigue con la mujer que denuncia que es víctima de violencia por parte de su compañero.
Y aunque George entiende que ha habido un proceso de concienciación dentro de todo el sistema de justicia criminal para que puedan atender los casos de hombres maltratados con la misma seriedad que se tratan los de las féminas, admite que en el pasado no siempre fue así.
“No puedo decir que antes no se diera esa situación (en los que no se les prestaba la debida atención a los hombres que ponían denuncias en contra de sus compañeras). Hay que entender que los policías vienen de la misma sociedad y la misma cultura. Pero se han adiestrado y como parte de eso, se comienza con un proceso de sensibilización para la víctima, sea fémina o caballero. Y se les exige les tengan respeto y de no cumplir, se les aplica el reglamento con sanciones disciplinarias”, sostiene la inspectora.
Discriminación selectiva
Pero según el abogado Edgardo Rivera todavía hay mucha discriminación y, a su juicio, los casos no se manejan de la misma forma.
“Cuando un hombre es el agresor se va hasta las últimas consecuencias y es desalojado de inmediato del hogar. Pero cuando es la mujer, no se hace lo mismo”, sostiene Rivera. En ese sentido, el abogado cree que hay un discrimen selectivo. Y pone ejemplos. “Hasta ahora no he sabido de una mujer a la que se le haya puesto un grillete, luego de ser acusada de maltrato. Y no hay un solo anuncio educativo que hable de la violencia de la mujer hacia el hombre”, agrega.
Por eso, sostiene el abogado, muchos hombres soportan estar en una relación en la que son maltratados por temor a que, en vez, le apliquen a él la Ley 54 y lo separen de los hijos y del hogar. “Los hombres no quieren acusar a las mujeres, porque saben que es muy difícil todo el proceso”, sostiene Rivera, mientras también resalta que para ellos tampoco hay servicios psicólogicos, ni se les brinda protección cuando son amenazados por su pareja.
No obstante, se debe tomar en cuenta, aclara la inspectora George, algunas situaciones que hay que sopesar cuando una mujer es la agresora.
“Aquí hay que sopesar otras situaciones. Por ejemplo, si esa dama tiene hijos, el Estado tiene que velar por esos menores también. Se ha dado el caso de una madre lactante con un menor de un mes. Por lo tanto no puedo meter a esa mamá con ese bebé en una celda. Igual que si es una mujer embarazada tengo que darle un trato especial”, explica George, mientras insiste en que el trato a los varones es exactamente igual que a las mujeres, a pesar de las excepciones que a veces hay que hacer.
“La violencia doméstica es un delito grave. Por eso se tiene que hacer una investigación para determinar quién es el agresor primario. En ocasiones hemos arrestado al caballero y cuando se ha hecho la investigación hemos tenido que sacarlo de la celda y meter a la dama porque no se corrobora la versión que dio la mujer originalmente”, explica George, al tiempo que destaca que en los últimos años los hombres se han ido concienciando sobre los derechos que tienen bajo la Ley 54 y son más proactivos en denunciar a su compañera cuando son víctimas de maltrato
Clave la educación
La mejor alternativa para que estas situaciones no sigan en aumento, recomienda el psicólogo clínico Pablo Morales, es educándonos como sociedad.
“Hay que comenzar la educación especialmente en el manejo de las emociones desde temprano en la vida; que la enseñanza tanto para niños como niñas sea con un género único para los dos, que no haya diferencias”, aconseja Morales, quien cree que en todos los seres humanos existen traumas que vienen desde la infancia y en la etapa adulta se pueden manifestar en la relaciones de pareja y en violencia.
“El proceso de afecto y amor dura, por lo general, un periodo de uno a dos años. Y cuando una de las partes comienza a observar que las expectativas que tenía no se cumplen, se genera una frustración que, si no es dialogada, va aumentando de nivel y llega un momento en que explota”, explica Morales, quien cree que la frustración “es un caldo de cultivo que genera más violencia”.
Por eso, destaca el psicólogo, esto puede provocar, que tanto el hombre como la mujer se convierta en agresor. “La violencia es muy sofisticada, se enmascara del amor para poder expresar el odio”, agrega.
Otro punto que destaca Morales es que, al igual que la mujer que se mantiene en una relación de violencia doméstica, el hombre maltratado también tiene una autoestima muy deteriorada, por lo que necesita ayuda psicológica para reforzarla y poder sanar.
De hecho, acepta que hay hombres que sufren en silencio porque tienen tanta vergüenza como la que tenían las mujeres tiempo atrás, cuando no denunciaban a sus agresores. En ese sentido, señala la inspectora Margarita George, los hombres también deben organizarse para hacer valer sus derechos, de la misma forma que lo hicieron las féminas en su momento. 
http://www.elnuevodia.com/cuandolamujereslaagresora-1286279.html

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