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martes, 7 de febrero de 2012

La reforma más importante

Martes, 7 de Febrero, 2012
Quien hoy día viva por dentro el mundo de la enseñanza pública tiene que hacer un esfuerzo para darse cuenta de que trabaja en una institución sectaria y politizada; la mayoría de profesores perciben ya como algo natural el monstruo administrativo en que se ha convertido nuestra educación. Tras un par de décadas de experimentos, los alumnos se han tornado en déspotas, y los maestros en peones aterrorizados por éstos y por la vigilancia a que los someten sus propios compañeros.
El material lectivo, de adoctrinamiento supuestamente progresista, es un engendro resultante de las ideas que radicales de diverso signo han impuesto en los programas de enseñanza y en los consejos de redacción de las editoriales, que entre otras cosas muestra que es normal que los niños jueguen con muñecas, se orinen en los pantalones o les guste oler las flores, y las niñas salen en la foto tirando correctamente el papel en la papelera y aprenden un cuento de caperucita en el que ha desaparecido el cazador, siendo la protagonista la que salva a su abuelita.
Los furibundos localismos hacen que en La Coruña se enseñen cosas distintas que en Barcelona, y que en Bilbao la enseñanza no tenga nada que ver con lo que se aprende en Sevilla. La moral religiosa es despreciada, solo sustituida por una ética artificial, que nada tiene que ver con Aristóteles, Kant, Tomás de Aquino o Descartes, sino con las ideas de un comunismo igualitario hace años fracasado. Todo esto sazonado entre una maraña de procedimientos, informes y protocolos que se han puesto por encima de la verdadera finalidad de la educación.
Numerosas cartas al director se publicaron durante el inicio de este curso académico, con ocasión de las huelgas y manifestaciones del profesorado en Madrid. La mayoría estaban escritas por docentes que no daban crédito a lo que veían, jubilados que conocieron otros tiempos en los que la enseñanza era solo eso, enseñanza, y en la que los maestros, a falta de mejores condiciones económicas, gozaban de su vocación, del reconocimiento de su cargo, de la gratitud de alumnos y padres, y sobre todo de su libertad para enseñar y para pensar.
La mayoría de los que en septiembre se manifestaban iban arrastrados por un pensamiento ajeno. Otros, por no señalarse, engrosaban las protestas. «Están empobreciendo la enseñanza pública»,«Nos quitan profesores de apoyo y tenemos que dar dos horas más de clase a la semana».
Si no fuera porque son los funcionarios que menos horas de trabajo tienen, si no fuera porque hay cinco millones de parados, si no fuera porque infinidad de empleados trabajan muchas más horas, si no fuera por todo esto, tendría sentido la protesta, y si hubiera sido porque les faltan lápices, no hay calefacción en las clases o las escuelas se caen a pedazos, también tendría sentido. Con más profesores interinos y 19 horas de clase semanal, en lugar de 21, no gana calidad la enseñanza, sino tiempo los profesores para rellenar papeles, para evacuar informes políticos sobre la aplicación del adoctrinamiento ideológico, para delatar al inspector de turno el comentario de un alumno resentido contra otro maestro que le ha llamado la atención, para intrigar, y para hacer muchas otras cosas que no son enseñar.
El padre intelectual de la Unión Europea, Robert Schuman, insistía en que solo se alcanzaría una Europa libre y próspera con educación, educación, educación. Tras una devastadora guerra provocada por fanatismos y extremismos que instilaron el odio fratricida en la población, solo podía esperar que todos comprenderíanesta necesidad.
Hoy parece ingenuo su deseo, porque Schuman tenía en mente una educación ideal, que formaría personas libres de pensar y decidir, inspiradas por sólidos principios morales, y que reconocerían inmediatamente el sectarismo allí donde surgiera. Nada más lejos de la realidad actual. Como vaticinó el sociólogo Ulrich Beck en 1985, nos hemos asentado en una sociedad en riesgo: las guerras, pero sobre todo lo que nos condujo a ellas, han quedado olvidadas, y en su lugar han llegado los discursos de un falso progreso feminista, ecologista y autonomista, el pensamiento único, la desinformación deliberada y la deseducación progresiva de la población.
El origen de la brutal crisis económica que dura ya cuatro años hay que encontrarlo, como decía el otro día Guy Sorman en este mismo diario, en los sucesivos errores de los gobernantes, que se fijan más en las urnas que en las verdaderas necesidades de la sociedad. Ya decía Aristóteles que la corrupción de la democracia es la demagogia, y ha sido esta enfermedad la causa principal de la quiebra del estado del bienestar a la que asistimos. La demagogia educativa nos ha conducido a la cultura de los derechos por encima de las obligaciones, de las formas por encima del fondo, y el esfuerzo y el sacrificio han quedado para los empollones.
Nuestro sistema educativo es uno de los más importantes errores que hemos cometido desde 1975. Lejos de ser una cuestión de Estado, se ha convertido en arma política y barra libre para los experimentos sociológicos. Más que urgente, su reforma es la más importante de las muchas que tenemos que acometer en los próximos años. En estos días se hace historia. Veremos si en efecto estamos en los inicios de una «segunda transición».
http://hemeroteca.abcdesevilla.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/2012/01/15/016.html

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