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martes, 10 de agosto de 2010

"Mis hijos no son de mi propiedad"

08/07/2010 Juan F. Cía Adriano Morán
David G. Tesouro
Belén Lagándara, madre de dos niños, explica cómo alcanzó un acuerdo con su ex marido para compartir la custodia de sus hijos. Belén dispone de la custodia de sus hijos en años alternos y durante el curso escolar. Cuando su ex marido se convierte en padre custodio, visita a los menores todos los miércoles por la tarde y comparte la mitad de sus vacaciones con ellos. La próxima semana continuaremos la serie sobre custodia compartida.
Para acceder el video pulsar en el siguiente enlace:
http://noticias.lainformacion.com/asuntos-sociales/divorcio/mis-hijos-no-son-de-mi-propiedad_NVQ3I8cbeUzdOBZOvMrG84/

Este texto extraído de “El profeta” la obra cumbre de Khalil Gibran, novelista y poeta libanés (1883-1931), expresa muy bien algo que los padres solemos olvidar: que nuestros hijos no son propiedades nuestras sino que llegan a la vida a través de nosotros y nuestra responsabilidad es acompañarles y respetarles en el camino.
Esto también implica que debemos educarles con mucha más libertad (que no permisividad) de lo que hacemos: libertad para ser bebés y exigir tiempo, brazos, calor y teta aunque nosotras estemos exhaustas, libertad para descubrir el mundo aunque abran todos los cajones de la casa, libertad para ser niños, moverse y destartalarlo todo (sin medicarles), libertad para gritar y expresarse a su manera, etc.
La función de los padres no es adiestrar a sus hijos a que encajen en unos estandares sociales cada ver más cuestionables, sino respetar su personalidad, hacer florecer sus talentos innatos y no permitir que la familia, la escuela y la vida en general los anule y los uniformice como ha pasado con casi todos los adultos.

Disfrutemos con estas bellas palabras:

Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.

No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas,
porque ellos

viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerles semejantes a ti,
porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas,
son lanzados.
Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero,
sea para la felicidad.

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